
En ocasiones sentimos que nos encontramos en un pantano, pantano en el que nos hemos metido nosotros mismos, y lógicamente estando en este pantano tenemos que habituarnos para hacer ahí nuestra vida, buscar las aguas más calientes, los peces más sabrosos, las sombras más cómodas, pero al fin y al cabo sólo se trata de un pantano.
Un día salí de mi pantano, y una luz me cegó los ojos y una mano me invitó a caminar. Era una mano cálida, agradable y suave y me hizo ver lo bello que era el mundo fuera de mi pantano, todas las posibilidades que tenía y que cada día podía descubrir.
Pero después me dejó otra vez dentro de mi pantano, en un principio me sentí solo y frío, pero al cabo del tiempo me re-acostumbré a mi pantano, a mis aguas calientes, a los peces que allí había y a los lodos que me cubrían hasta las rodillas, hasta un punto que llegué a olvidarme hasta de la existencia de aquella mano y del resto del universo.
Pero hoy, en este momento, he decidido, que voy a cerrar el pantano.
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