viernes, 27 de abril de 2012

EN LA ESTACIÓN

Llega un día, un día cualquiera en el que piensas que tu tren esta llegando a la estación. Lo esperas en el andén, con mucha ilusión, le das las últimas caladas a tu cigarro sujetándolo entre el corazón y el anular para no perderlo. Cuando empieza a entrar en tu andén, miras desde fuera por las ventanillas para ver como de lleno está, si puedes encontrar ahí tu sitio. De pronto el tren para, y tu te dispones a apretar el botón de la puerta para entrar. Pero te das cuenta que el botón debe de haberse estropeado porque la puerta no se abre. Aún así, vuelves a apretar, con ansia, con un poco de ira quizá, y tras varios intentos, al darte cuenta que realmente no funciona, te decides dirigirte hacia otra puerta. Pero al llegar a la siguiente puerta esta se te cierra en las narices, y el tren empieza a andar. En un principio te llenas de rabia y perjuras contra el tren, incluso sales corriendo detrás de él con impotencia. Pero cuando te das cuenta de que ese tren no va a volver a parar,
sales de la estación y mientras te vas andando a casa, te das cuenta de que realmente nunca quisiste subirte a ese tren.

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